El cambio climático y el desarrollo sostenible son sin duda dos de los mayores retos a los que nos enfrentamos como especie. Es por ello que, desde hace un tiempo, se viene tomando cartas en el asunto, tratando de aportar soluciones, en mayor o menor medida, desde todos y cada uno de los agentes que componen nuestra sociedad (ciudadanía, instituciones públicas, instituciones educativas, empresas). Parece que nos hemos puesto las pilas (algunos más que otros, eso sí) para mitigar este grave problema al que estamos expuestos, el cual, queramos o no, no solo nos afecta a nosotros, sino también a las futuras generaciones que poblarán la Tierra. Esperemos que no haya sido demasiado tarde…

ecodiseño

Entrando en materia, desde el punto de vista de las empresas es cada vez más importante tratar de minimizar el impacto ambiental de sus productos y servicios a lo largo de todo su ciclo de vida. Y no solamente porque el ser responsable como empresa o marca es algo deseable desde la ética empresarial, sino también porque las empresas que no presenten un comportamiento responsable con el medio ambiente en el proceso de diseño y desarrollo de los productos se verán cada vez en mayores dificultades para competir en un mercado global que exige transparencia y compromiso para con el entorno del cual las empresas forman parte. No podemos olvidar que los clientes, en última (o primera) instancia, son personas. Y, como tales, no nos queda otra opción para la supervivencia que encontrar de soluciones reales a los graves problemas que sufre nuestro planeta.

En el caso de los envases de plástico (los cuales, en muchos casos, son clave y necesarios en nuestra sociedad actual), habitualmente han sido diseñados para satisfacer los requisitos técnicos del producto que contienen y los requisitos de los consumidores, priorizando la eficiencia en costes y sin apenas tener en cuenta el impacto que la producción de los mismos tiene sobre el medio ambiente. Esta manera de actuar nos ha llevado a que, de todo el volumen de plástico que se genera anualmente (el cual aumenta año a año), se generen los siguientes datos poco halagüeños:

  • Alrededor del 50% del plástico generado está pensado para un solo uso. Si bien entendemos que lo deseable es la reutilización de los residuos (para el mismo o para otros usos), este hecho no sería negativo en sí mismo, siempre y cuando las vías y el procedimiento para el reciclaje de dicho plástico fuera el adecuado… pero resulta que no es así, pues según datos de la Fundación Ellen Macarthur, referente mundial en el ámbito de la Economía Circular, solamente se recoge para reciclar el 14% de todo el plástico que se genera, sea de un solo uso o no. Otro 14% se incinera y utiliza para la valorización energética. Es decir, de todo el residuo plástico que se genera, solamente el 28% sigue las vías adecuadas (reciclaje y valorización energética). ¿Qué pasa con el 72% restante? El 40% termina en vertederos y el 32% acaba en la tierra y/o en el mar.
  • Del plástico que se recoge para reciclar (recordemos que es solamente el 14% del residuo plástico total), una parte llegará a las plantas de reciclaje, como la de Eko-REC, pero desgraciadamente no todo es reciclable. De todo el residuo plástico de envases que llega a una planta de reciclaje, solamente es aprovechable alrededor del 70%. Un 30% se pierde (incinera) por incompatibilidad de materiales, adhesivos que están muy pegados o que no se disuelven, colores opacos, mermas del propio proceso… Esto es así porque, en el diseño y producción del envase, el mismo está pensado primando los criterios técnicos, de marketing y de eficiencia en costes sobre los criterios que hacen que el envase sea fácil de reciclar, bien sea de manera consciente o inconsciente, al no tener los diseñadores suficiente conocimiento o formación al respecto de elaborar envases que minimicen el impacto ambiental.
  • Cada año, cerca de 8 millones de toneladas de plástico acaba en el mar. Esto significa que cada segundo 200kg de basura van a parar nuestros mares y océanos. Los plásticos conforman el 90% de la basura marina acumulada y, de seguir así, se dice que en 2050 habrá más plástico que peces en el mar… Visto el deplorable estado de muchas de nuestras playas y costas, es razonable pensar que este dato se ajusta a la realidad, pero el problema va mucho más allá, puesto que la basura marina que se ve solamente representa el 20% de la basura acumulada (el 80% está en el fondo marino).

Una de las soluciones que se identifican para paliar este problema, entre otras muchas que tienen que ver con la Economía Circular, consiste en diseñar los envases de plástico de una manera tal que, además de satisfacer los requisitos técnicos, de eficiencia económica y de marketing, también se minimice su impacto ambiental. Entre otras cosas, esto significa que los envases deben diseñarse utilizando la mínima cantidad de recursos para su fin (materiales, energía, transporte, etc) y garantizando que, una vez cumplida su función, se maximice su valorización, pudiendo ser preferiblemente reutilizado (para el mismo u otro uso), reciclado o, en última instancia, incinerado. A la función de diseñar el envase teniendo en cuenta no solo los criterios técnicos, económicos y de marketing, sino también los criterios medioambientales se la conoce como “ecodiseño”. Cuando hablamos de Economía Circular es inevitable mencionar y destacar la importancia que para su desarrollo tiene el ecodiseño, puesto que constituye el primer eslabón de la cadena del ciclo de vida de un producto o servicio. Es donde empieza todo…

Al fin y al cabo, el ecodiseño o diseño para el medio ambiente es una metodología que considera el aspecto medioambiental como un criterio añadido y fundamental a la hora de tomar decisiones en el proceso de diseño de un producto o un servicio. Por supuesto que es importante que el diseñador de producto y el productor tengan en cuenta las características técnicas, económicas y los requisitos de marketing. Ahora bien, el ecodiseño supone ir un paso más allá, poniendo sobre la mesa, de la misma manera (o incluso primando) los criterios medioambientales a la hora de diseñar el envase.

Cuando los requisitos técnicos, de eficiencia económica y de marketing coinciden con los requisitos para minimizar el impacto medioambiental del envase, es que vamos por buen camino. De lo que se trata, pues, es de hacer converger todos los puntos. En eso consiste, en definitiva, el ecodiseño.

Un envase no ecodiseñado, en mayor o menor medida, acabará en el mar, en el vertedero o incinerado, en el mejor de los casos; y un envase ecodiseñado, además de minimizar los recursos necesarios para su producción, podrá ser reutilizado o reciclado correctamente, de tal manera que regrese al ciclo aportando valor para nuevos usos y/o la creación de nuevos productos, evitando así la necesidad de utilizar materiales vírgenes para su producción.

En conclusión, el ecodiseño constituye una herramienta fundamental para avanzar en la transición hacia una Economía Circular.

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